PREOCUPARSE, RUMIAR Y TODO AQUELLO QUE NOS DA VUELTAS EN LA CABEZA…

La verdadera escucha es una de las fuerzas más potentes para el cambio que conozco

Carl rogers

¿Cuándo pensar es excesivo?

Una demanda frecuente en consulta es querer dejar de pensar tanto. Todos hemos pensado alguna vez que el problema precisamente es que teníamos mucho tiempo para pensar. El pensamiento excesivo suele ir acompañado  de sensación de embotamiento y fatiga mental, ocurre en épocas de estrés y puede llegar a invalidarnos y hacernos sufrir. Pensar de forma excesiva puede manifestarse de varias formas y es importante conocer algunas de ellas. En general la preocupación y la rumiación son dos formas de pensamiento excesivo muy frecuentes en la población general.

En este post me gustaría diferenciar en líneas generales entre los procesos de rumiación y preocupación, ya que muchas veces se confunden o pensamos que son lo mismo. Los teóricos de la regulación emocional creen que en ambos procesos lo que queremos es dar respuesta al malestar. Por lo tanto, pensar en exceso no es lo que causa el malestar, pero sí lo que muchas veces lo incrementa y nos hace sufrir más.

Nolen- Hoeksema en el 2000 define la rumiación como una estrategia contra el malestar emocional que consiste en focalizarse de forma REPETITIVA y PASIVA en las emociones que se están sintiendo, sus causas y sus consecuencias. Los teóricos de la autorregulación creen que la rumiación se inicia cuando la persona percibe una discrepancia o una incoherencia entre su situación real de ese momento y un objetivo o meta que no ha alcanzado y quiere hacerlo. Por lo tanto ante esa frustración la persona empieza a rumiar y rumiar para encontrar soluciones que muchas veces, así no las encuentra.

La preocupación ya fue estudiada con más anterioridad. Suele aparecer en nuestra mente como una cadena de pensamientos e imágenes, con afecto negativo y que vivimos como incontrolables. Los famoso ¿Y si…? Intentamos solucionar los posibles resultados negativos en los que podría derivar una situación cuyo desarrollo es incierto. Tratamos de controlar así que las cosas no vayan mal. Se podría decir que la preocupación está relacionada estrechamente con un intento de manejar el miedo que nos provoca una situación de incertidumbre.

Aspectos comunes de rumiar y preocuparse

En ambos casos encontramos los siguientes aspectos:

  • Ambos son repetitivos, perseverativos y focalizados en el yo.
  • Están relacionados con la inflexibilidad cognitiva y la dificultad de retirar la atención de los estímulos negativos
  • Cuando duran demasiado tiempo se observan problemas en la concentración y en la atención de las personas, entorpeciendo así que pongamos en marcha  soluciones más eficaces y las habilidades de afrontamiento.
  • Suelen asociarse a problemas de ansiedad o depresión.

¿Por qué lo hacemos?

Para poder diferenciar ambos procesos, 3 claves sencillas sobre cada uno:

  • La preocupación:
    • Suele focalizarse en anticipar daños: ¿Y si no me dan el trabajo? ¿Y si me diagnostican algo grave? ¿Y si mis seres queridos tienen un accidente o les pasa algo?
    • Tiene una motivación o utilidad relativamente consciente de anticiparse al daño y sentirse preparado:   ¿Y si mi pareja me deja? ¿Y si no soy capaz de vivir sin pareja? ¿Cómo me voy a sentir si pasa eso?
    • Estudios recientes han demostrado que existe una motivación más implícita que no siempre es tan consciente. Se cree que a veces nos preocupamos para evitar emociones desagradables (como el miedo, la incertidumbre…) y para suprimir la aparición de imágenes que nos resultan muy desagradables. Es decir, ponemos en marcha este proceso para sentir control sobre aquellos asuntos futuribles donde sentimos que no lo tenemos.
  • La rumiación:
    • Los temas suelen estar más orientados a cuestiones del self, del significado de la vida, etc. ¿Soy una buena persona? ¿Cómo me ve la gente? No fui capaz de responder a ese ataque… ¿Por qué me cuesta tanto reaccionar en esas situaciones?
    • La utilidad más explícita verbalizada por las personas suele ir enfocada a la consecución de un mayor autoconocimiento y comprensión de los significados más profundos de los eventos ¿Por qué hago las cosas que hago? ¿Esto tiene que ver con cómo me educaron en casa? ¿Por qué no consigo sentir motivación para hacer las cosas que quiero?
    • Parece que la intención menos consciente para los pacientes es que la rumia los ayuda a evitar emociones o situaciones aversivas y a retrasar la puesta en marcha de soluciones, lo que conlleva el no tomar la responsabilidad de los problemas.

En conclusión, aunque las características clínicas de ambos procesos parecen estar definidas, cobra importancia la función y motivación del proceso en sí mismo, y no tanto su forma.

Es importante no sólo plantearse cómo dejar de pensar tanto, si no qué estamos intentando regular, evitar y/o controlar al hacerlo. Cuál es el verdadero malestar que existe en el fondo o la raíz de esos pensamientos para así poder pensar en soluciones más directas y eficaces.

Referencias

  • McLaughlin, Katie. Y Nolen-Hoeksema, S. (2011). Rumination as a transdiagnostic factor in depression and anxiety. Behaviour Research and Therapy, 49(2011), 186-193.
  • Hong, R. (2007). Worry and rumination: Differential associations with anxious and depressive symptoms and coping behavior. Behaviour and Research Therapy. 45 (2007), 277-290.
  • Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, F. (1995). Manual de psicopatología. Madrid: McGraw-Hill.